viernes, 26 de noviembre de 2010

LOS TRES PARALELOS DE LA DISCORDIA

El imperio español dividió sus vastas posesiones americanas en unidades más manejables. Creó virreinatos para nuevo México (México, América central y parte del oeste de estados unidos), nueva granada (colombia, venezuela, ecuador y panamá), la plata (argentina, uruguay y Paraguay) y peru (peru y bolivia). También estaba la audiencia de Charcas que administraba lo que hoy es bolivia y la Capitanía General de Chile.
En el siglo XIX, tras las guerras independentistas, los nuevos países adoptaron como principio común de demarcación de fronteras el límite administrativo que tenían al momento de su separación de españa, lo que se conoció como el uti possedetis de 1810.
De acuerdo con el diplomático estadounidense Bruce farcau, en su libro The ten cent war, este principio se aceptó por dos razones: como en un comienzo no se sabía qué país de la región se convertiría en el más poderoso, parecía mejor establecer reglas consensuadas que los protegieran a todos. Además una división territorial de esa naturaleza era fácil de aceptar, ya que los estados latinoamericanos estaban geográficamente aislados a principios del siglo XIX. Las sociedades coloniales y post-coloniales tendían a concentrarse en centros urbanos rodeados de zonas agrícolas, separados unos de otros por vastas extensiones inhóspitas e improductivas. No valía la pena, al momento de la independencia, pelearse por dónde por dónde debía pasar la línea exacta de la frontera.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo, el crecimiento de la población y extensión de las áreas desarrolladas significaron que estas sociedades dispersas empezaran a unirse en varios puntos. Entonces, las discuciones sobre las fronteras no tardaron en brotar.
El problema del uti possedetis era que los límites entre las unidades administrativas del imperio español no fueron pensados para que se convirtieran en fronteras internacionales. Sus descripciones eran vagas y contradictorias, dado que muchos territorios aún no habían sido siquiera explorados y menos cartografiados. Se basaban en lo que decían los exploradores, en las áreas que habían cubierto en sus expediciones, medidas muchas veces en términos tan imprecisos como "días de viaje" o lenguas, y todo hecho en una época en que la localización de los paralelos y meridianos era un arte impreciso. Esto no fue un problema durante la colonia, ya que existía una autoridad más alta, la corona española, a la que los gobiernos provinciales podían acudir para que resolviera los conflictos, con el colapso del imperio colonial, esta corte de apelaciones desapareció y las partes en disputa quedaron a su suerte.
Surgió una gran cantidad de casos a lo largo del siglo XIX. Por lo general, cada parte intentaba acumular documentos coloniales que apoyaran su reclamo territorial, y a veces derivaban el asunto al arbitraje de una tercera parte. Pero cuando el territorio en disputa era particularmente valioso o estratégico, preferían ir a la guerra.-

martes, 23 de noviembre de 2010

RIQUEZA INESPERADA

Tan poco atractiva como se oye, fue precisamente esta combinación de características la que le generó valor agregado al desierto. Las aguas heladas de la Corriente de Humboldt generan las condiciones ideales para la vida marina, empezando por el plancton, que atrae a cardúmenes de peces más y más grandes. Los peces a su vez, atraen a cientos y miles de aves marinas, que han cazado en estas aguas por decenas de miles de años. Los pájaros pasan la mayor parte de su tiempo en la tierra adyacente al mar, donde anidan, se emparejan y, por supuesto, defecan. Esta concentración no es única en el mundo, pero lo que hace distinta a la costa atacameña es que, en lugar de ser periódicamente "lavada" por la lluvia, aquí el guano se acumula año tras año, siglo tras siglo, sobre las rocas e islotes. Millones de aves defecando en un área relativamente restringida durante miles de años dan como resultado verdaderos acantilados de detritus, cerros de desechos de hasta 50 metros de alto. Eso fue lo que encontraron exploradores en el siglo XIX.
Por mucho tiempo, las montañas de guano no fueron consideradas atractivas. Los conquistadores españoles supieron que los incas usaban guano de ave como un fertilizante natural, pero no se interesaron. En 1808, el explorador y naturista Alemán Alexander Von Humboldt visitó la región y tomó muestras de guano rico en nitratos para llevárselas a Europa, aunque no logró convencer a otros científicos o inversionistas. En los siguientes años, se despacharon embarques ocasionales a Inglaterra, pero tuvieron tan mala acogida que terminaron en el fondo del Támesis.
La segunda característica que hizo de Atacama un área aperecida también deriva de la ausencia de lluvia. Cuando las nieves de la cara oriental de los Andes se derriten cada primavera y fluyen hacia el valle interior, arrastran consigo minerales como nitratos de sodio y potasio, el famoso salitre. Sin salida al mar por la cual puedan ser desaguados, y sin lluvias que los disuelvan, se van acumulando milenio tras milenio en depósitos conocidos como "caliches", con frecuencia protegidos por capas de sal.
Recién en los 50 despegó la extracción del salitre de Tarapacá y Atacama, una década después del auge del guano. Ello se debió a que esta empresa requería una inversión de capital más grande, que incluía la construcción de líneas de tren y pueblos enteros. Sólo cuando las guaneras mostraron signos de agotamiento, los especuladores comenzaron a recorrer el desierto en busca de sitios de explotación. A diferencia del guano, fácilmente visible en la superficie, encontrar los depósitos salitreros requería de una prospección, ya que las concentraciones podían yacer a varios metros bajo las arenas, delatadas sólo por un leve abultamiento en el terreno salino.
En el caso del salitre, los capitales y la mano de obra serían preponderadamente Chilenos.-

martes, 9 de noviembre de 2010

TIERRA INHOSPITA

En apariencia, el árido territorio que se extiende a lo largo de la costa pacífica de Sudamérica desde el paralelo 19º hasta el 25º no promete mucho: un paisaje lunar en el cual durante kilómetros y kilómetros no se descubre ningún rastro de vida. La zona está sujeta a fenómenos meteorológicos y geográficos que la convierten en una de las más inhóspitas. La combinación de las aguas heladas de la Corriente de Humboldt, que fluye desde la Antártica hacia el norte, y la muralla de cerca de mil metros de altura que constituye la Cordillera de la Costa frente al océano, hace que las nubes que se forman sobre la superficie marina se acumulen allí, reteniendo su humedad, sin moverse hacia el interior del continente ni generar lluvias locales. Así, el cielo sobre la estrecha franja costera suele estar nublado, mientras que el valle que se extiende detrás de la cadena de cerros es el lugar más árido del mundo. Comparado con el desierto de Atacama, el Sahara es una selva tropical. En el Atacama, el promedio de lluvia caída no supera los 25 mm al año. Pueden transcurrir décadas sin llover. Al pasar sobre este terreno agrietado y seco, las nieves andinas que se derriten y fluyen hacia el oeste -la mayor parte lo hace hacia el este- desaparecen absorbidas por las arenas, o conforman débiles arroyos demasiado salados para sustentar vida. Durante casi mil kilómetros de Arequipa (perú) a Copiapó (Chile), sólo el río Loa mantiene caudal suficiente para abrirse paso a través de la Cordillera de la Costa y llegar hasta el mar durante todo el año.
En los tiempos pre-coloniales, la franja costera y el desierto estaban virtualmente despoblados; sólo unas pocas comunidades indígenas vivían del generoso mar. A mediados del siglo XIX, no había cambiado mucho. El pequeño puerto de Cobija poseía un par de pozos y un juez de agua encargado de racionar el líquido potable entre los residentes. Como si ello no fuera suficiente para espantar colonos, la costa oriental de Sudamérica sufre frecuentes terremotos, acompañados a veces de matemotos. El sismo del 13 de agosto de 1868 produjo un tsunami que arrasó con las costas de Ecuador a Chile, pero fueron los puertos atacameños los más dañados; atrapados entre el mar y las colinas, el mar los barrió. Y esto sin mencionar las visitas de epidemias: la fiebre amarilla era común en verano y el cólera, una amenaza constante dada la escasez de agua potable.
Por lo demás, no existen muchos espacios donde instalar poblaciones. Las montañas costeras caen abruptamente al mar, dejando pocos lugares aptos para puertos. Las comunicaciones también eran un desafío. Cobija, fundada en 1587 como una salida alternativa para la producción de las minas de plata de la futura bolivia, estaba a más de 800 km de Potosí, la ciudad grande más cercana en el Altiplano. Esto se traducía en alrededor de un mes de viaje a lomo de mula, ya que no existían caminos para transportes sobre ruedas. La situación se repetía a lo largo de la costa. Los viajeros que querían trasladarse desde allí a alguna ciudad interior debían primero atravesar la cadena montañosa costera y luego un desierto antes de enfrentarse al desafío mayor, los Andes. Más difícil aún era viajar a lo largo de la costa, de norte a sur o viceversa. Una cosa era brincar de oasis en oasis a través de 160 km de desierto, cuando se viajaba de este a oeste, y otra muy distinta era sobrevivir a cientos de km infértiles, cortados por quebradas profundas, cuando se viajaba desde cualquier punto de Atacama a regiones pobladas de perú o Chile. Como consecuencia, todas las comunicaciones se hacían por barco.-

lunes, 8 de noviembre de 2010

EL ESCENARIO DE LA GUERRA

El 14 de febrero de 1879, una escuadrilla Chilena compuesta por el Blanco Encalada, el Cochrane y O'Higgins apareció en la bahía de Antofagasta, territorio hasta entonces boliviano. A las 8 de la mañana, el coronel Emilio Sotomayor, a cambio de la misión, envió como delegado a tierra al capitán Borgoño, para hacerle saber al prefecto Severino  Zapata que, desde ese momento, la escuadra Chilena tomaba posesión del puerto. Zapata, que no tenía más de 40 policías, se limitó a formular una protesta y se retiró a la casa del cónsul peruano. Mientras bajaban en lanchas dos compañías, una de artillería de marina y otra de tierra, la población, mayoritariamente Chilena, salía a las calles a recibirlas y la ciudad se cubría de banderas azules, rojas y blancas.
De esta forma, sin disparar un tiro, Chile ocupaba Antofagasta. De inmediato se nombró un nuevo gobernador, el Chileno Nicanor Zenteno, quien dictó el mismo día las medidas necesarias para el cambio de nacionalidad y una proclama con el siguiente encabezado: "La tenaz resistencia del Gobierno boliviano a escuchar los consejos de la prudencia, de la justicia y del americanismo (...) han decidido a nuestro Gobierno a tomar posesión por la fuerza de este litoral".
Así llegaban a su clímax meses de tensiones entre Chile y Bolivia, que habían comenzado con la decisión de La Paz de gravar el salitre que explotaba una compañía Chileno-británica desde Antofagasta con un impuesto de 10 centavos, medida que violaba el tratado limítrofe convenido en 1874.
Pero, en realidad, los 10 centavos fueron sólo la gota que colmó el vaso, ya que el desierto de Atacama había generado décadas de disputas. A simple vista, costaba entender por qué.-