jueves, 12 de mayo de 2011

Bulnes toma la iniciativa

Durante las primeras décadas de la independencia, no hubo disputas acerca de la localización de la frontera entre Chile y Bolivia. Chile tuvo más roces con Argentina por el control del Estrecho de Magallanes y la Patagonia, y Bolivia polemizó con todos sus otros vecinos por pequeñas áreas a lo largo de los bordes de la antigua Audiencia de Charcas, pero no eran razones suficientes para pelearse.
La declaración de independencia de Chile no hace referencia a fronteras específicas, lo que implica la aceptación de las coloniales, mientras que la de Bolivia, en 1825, menciona la inclusión de la provincia de Potosí, cuya frontera austral seguía siendo el río Salado en el paralelo 27° Sur, lo que abarcaba al desierto de Atacama. Las constituciones Chilenas de 1822, 1823, 1828 y 1833 describieron la frontera septentrional con los difusos términos de "desde" o "hasta" el desierto de Atacama, sin especificar si Chile terminaba donde el desierto empieza, si incluía todo el desierto, o si el límite se encontraba en la mitad del desierto, como ocurre cuando una montaña o un río contituyen la frontera.
Fue por esos años que el valor del guano empezó a crecer y se inició la explotación de los depósitos peruanos de Tarapacá. Dado que la geografía de esa provincia era tan similar a la de Atacama, valía la pena hacer prospecciones allí también. En julio de 1842, el presidente Bulnes autorizó una expedición de Atacama, hasta Mejillones. Los resultados fueron poco satisfactorios: había guano, pero no abundante ni de subida ley. Sin embargo, Bulnes tomó pie de este reconocimiento para enviar un mensaje al congreso proponiendo un proyecto de ley que declaraba los guanos situados al sur del paralelo 23° Sur propiedad de Chile "por estar dentro de los límites de su territorio".
Ambas cámaras aprobaron por unanimidad el mensaje y el proyecto se promulgó como ley en octubre de 1842. Así, el límite norte de Chile quedó fijado unilateralmente en la bahía de Mejillones.

viernes, 26 de noviembre de 2010

LOS TRES PARALELOS DE LA DISCORDIA

El imperio español dividió sus vastas posesiones americanas en unidades más manejables. Creó virreinatos para nuevo México (México, América central y parte del oeste de estados unidos), nueva granada (colombia, venezuela, ecuador y panamá), la plata (argentina, uruguay y Paraguay) y peru (peru y bolivia). También estaba la audiencia de Charcas que administraba lo que hoy es bolivia y la Capitanía General de Chile.
En el siglo XIX, tras las guerras independentistas, los nuevos países adoptaron como principio común de demarcación de fronteras el límite administrativo que tenían al momento de su separación de españa, lo que se conoció como el uti possedetis de 1810.
De acuerdo con el diplomático estadounidense Bruce farcau, en su libro The ten cent war, este principio se aceptó por dos razones: como en un comienzo no se sabía qué país de la región se convertiría en el más poderoso, parecía mejor establecer reglas consensuadas que los protegieran a todos. Además una división territorial de esa naturaleza era fácil de aceptar, ya que los estados latinoamericanos estaban geográficamente aislados a principios del siglo XIX. Las sociedades coloniales y post-coloniales tendían a concentrarse en centros urbanos rodeados de zonas agrícolas, separados unos de otros por vastas extensiones inhóspitas e improductivas. No valía la pena, al momento de la independencia, pelearse por dónde por dónde debía pasar la línea exacta de la frontera.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo, el crecimiento de la población y extensión de las áreas desarrolladas significaron que estas sociedades dispersas empezaran a unirse en varios puntos. Entonces, las discuciones sobre las fronteras no tardaron en brotar.
El problema del uti possedetis era que los límites entre las unidades administrativas del imperio español no fueron pensados para que se convirtieran en fronteras internacionales. Sus descripciones eran vagas y contradictorias, dado que muchos territorios aún no habían sido siquiera explorados y menos cartografiados. Se basaban en lo que decían los exploradores, en las áreas que habían cubierto en sus expediciones, medidas muchas veces en términos tan imprecisos como "días de viaje" o lenguas, y todo hecho en una época en que la localización de los paralelos y meridianos era un arte impreciso. Esto no fue un problema durante la colonia, ya que existía una autoridad más alta, la corona española, a la que los gobiernos provinciales podían acudir para que resolviera los conflictos, con el colapso del imperio colonial, esta corte de apelaciones desapareció y las partes en disputa quedaron a su suerte.
Surgió una gran cantidad de casos a lo largo del siglo XIX. Por lo general, cada parte intentaba acumular documentos coloniales que apoyaran su reclamo territorial, y a veces derivaban el asunto al arbitraje de una tercera parte. Pero cuando el territorio en disputa era particularmente valioso o estratégico, preferían ir a la guerra.-

martes, 23 de noviembre de 2010

RIQUEZA INESPERADA

Tan poco atractiva como se oye, fue precisamente esta combinación de características la que le generó valor agregado al desierto. Las aguas heladas de la Corriente de Humboldt generan las condiciones ideales para la vida marina, empezando por el plancton, que atrae a cardúmenes de peces más y más grandes. Los peces a su vez, atraen a cientos y miles de aves marinas, que han cazado en estas aguas por decenas de miles de años. Los pájaros pasan la mayor parte de su tiempo en la tierra adyacente al mar, donde anidan, se emparejan y, por supuesto, defecan. Esta concentración no es única en el mundo, pero lo que hace distinta a la costa atacameña es que, en lugar de ser periódicamente "lavada" por la lluvia, aquí el guano se acumula año tras año, siglo tras siglo, sobre las rocas e islotes. Millones de aves defecando en un área relativamente restringida durante miles de años dan como resultado verdaderos acantilados de detritus, cerros de desechos de hasta 50 metros de alto. Eso fue lo que encontraron exploradores en el siglo XIX.
Por mucho tiempo, las montañas de guano no fueron consideradas atractivas. Los conquistadores españoles supieron que los incas usaban guano de ave como un fertilizante natural, pero no se interesaron. En 1808, el explorador y naturista Alemán Alexander Von Humboldt visitó la región y tomó muestras de guano rico en nitratos para llevárselas a Europa, aunque no logró convencer a otros científicos o inversionistas. En los siguientes años, se despacharon embarques ocasionales a Inglaterra, pero tuvieron tan mala acogida que terminaron en el fondo del Támesis.
La segunda característica que hizo de Atacama un área aperecida también deriva de la ausencia de lluvia. Cuando las nieves de la cara oriental de los Andes se derriten cada primavera y fluyen hacia el valle interior, arrastran consigo minerales como nitratos de sodio y potasio, el famoso salitre. Sin salida al mar por la cual puedan ser desaguados, y sin lluvias que los disuelvan, se van acumulando milenio tras milenio en depósitos conocidos como "caliches", con frecuencia protegidos por capas de sal.
Recién en los 50 despegó la extracción del salitre de Tarapacá y Atacama, una década después del auge del guano. Ello se debió a que esta empresa requería una inversión de capital más grande, que incluía la construcción de líneas de tren y pueblos enteros. Sólo cuando las guaneras mostraron signos de agotamiento, los especuladores comenzaron a recorrer el desierto en busca de sitios de explotación. A diferencia del guano, fácilmente visible en la superficie, encontrar los depósitos salitreros requería de una prospección, ya que las concentraciones podían yacer a varios metros bajo las arenas, delatadas sólo por un leve abultamiento en el terreno salino.
En el caso del salitre, los capitales y la mano de obra serían preponderadamente Chilenos.-