martes, 23 de noviembre de 2010

RIQUEZA INESPERADA

Tan poco atractiva como se oye, fue precisamente esta combinación de características la que le generó valor agregado al desierto. Las aguas heladas de la Corriente de Humboldt generan las condiciones ideales para la vida marina, empezando por el plancton, que atrae a cardúmenes de peces más y más grandes. Los peces a su vez, atraen a cientos y miles de aves marinas, que han cazado en estas aguas por decenas de miles de años. Los pájaros pasan la mayor parte de su tiempo en la tierra adyacente al mar, donde anidan, se emparejan y, por supuesto, defecan. Esta concentración no es única en el mundo, pero lo que hace distinta a la costa atacameña es que, en lugar de ser periódicamente "lavada" por la lluvia, aquí el guano se acumula año tras año, siglo tras siglo, sobre las rocas e islotes. Millones de aves defecando en un área relativamente restringida durante miles de años dan como resultado verdaderos acantilados de detritus, cerros de desechos de hasta 50 metros de alto. Eso fue lo que encontraron exploradores en el siglo XIX.
Por mucho tiempo, las montañas de guano no fueron consideradas atractivas. Los conquistadores españoles supieron que los incas usaban guano de ave como un fertilizante natural, pero no se interesaron. En 1808, el explorador y naturista Alemán Alexander Von Humboldt visitó la región y tomó muestras de guano rico en nitratos para llevárselas a Europa, aunque no logró convencer a otros científicos o inversionistas. En los siguientes años, se despacharon embarques ocasionales a Inglaterra, pero tuvieron tan mala acogida que terminaron en el fondo del Támesis.
La segunda característica que hizo de Atacama un área aperecida también deriva de la ausencia de lluvia. Cuando las nieves de la cara oriental de los Andes se derriten cada primavera y fluyen hacia el valle interior, arrastran consigo minerales como nitratos de sodio y potasio, el famoso salitre. Sin salida al mar por la cual puedan ser desaguados, y sin lluvias que los disuelvan, se van acumulando milenio tras milenio en depósitos conocidos como "caliches", con frecuencia protegidos por capas de sal.
Recién en los 50 despegó la extracción del salitre de Tarapacá y Atacama, una década después del auge del guano. Ello se debió a que esta empresa requería una inversión de capital más grande, que incluía la construcción de líneas de tren y pueblos enteros. Sólo cuando las guaneras mostraron signos de agotamiento, los especuladores comenzaron a recorrer el desierto en busca de sitios de explotación. A diferencia del guano, fácilmente visible en la superficie, encontrar los depósitos salitreros requería de una prospección, ya que las concentraciones podían yacer a varios metros bajo las arenas, delatadas sólo por un leve abultamiento en el terreno salino.
En el caso del salitre, los capitales y la mano de obra serían preponderadamente Chilenos.-

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